El tiempo de su transacción ha excedido el límite


Nicolás La Russa
16/02/17

Esta es una anécdota, un día cualquiera del mes de diciembre del 2016, que sugiere la esencia del ser humano para lidiar con un problema estando rodeado por desconocidos. Al leerlo me parece que existen ciertas exageraciones pero quizás en las fiestas somos más románticos y decididos. Curiosamente esta situación tuvo una comparación inmediata con lo que es la realidad social y política del venezolano, quizás fue una de las cosas que me hizo entusiasmar por esta dramaturgia atípica y actualizada.

¨ Resulta común encontrar colas para todo pero esta vez se presentó en forma de espera para poder sacar dinero de un cajero. A la una de la tarde el centro comercial Concresa se vuelve el recinto para estas torturas. Resulta muy complicado en Diciembre poder encontrar un cajero que este más desocupado que otro, supongo que por cuestiones del destino hay cosas de las que no se puede escapar.

La señora Josefina Marqués, quien admitía ya estar mayor para esas cosas, mencionó que llevaba ahí desde las 12 del mediodía y que el vigilante del banco les dijo que el servicio panamericano estaba llenando el cajero. Ella era la típica señora del Caribe, un pragmatismo filosófico con el que debió haber vivido varios atropellos, no solo físicos.
Para ese entonces la fila ya estaba bastante molesta, no sabían si sacar dinero o sacar al gobierno. Se oyeron muchas quejas que no tenían una clara relación, o eso habría pensado un extranjero, pero el venezolano promedio ha descubierto que tiene una facilidad para poder relacionar cosas-bueno, tampoco hace falta ser un genio para no creer en quienes quieren tapar el sol con un dedo-.

A decir verdad, el servicio panamericano, esos gorilones que entran a los centros comerciales como equipos comandos del ejército norteamericano, no se encontraban por ahí. Normalmente dejan a unos dos en la entrada “custodiando’’ (custodiando sus interacciones en redes sociales y mensajes personales).

La señora Josefina sostuvo una conversación cuando entonces dijo bastante furiosa 

— Ya va. ¿El vigilante Le dijo que lo estaban cargando desde la mañana? ¿Se creerá chistoso o está loco? Es obvio que no los hemos visto entrar con las condenadas bolsas de billetes.

Las esperanzas de la mayoría de las personas se iban decayendo. Muchos estaban para poder sacar dinero para pagar el estacionamiento, otros para pagar cosas determinadas en la farmacia o en la feria y otros no revelaron sus intenciones. El efectivo en este país se ha vuelto como una marea, a veces se necesita y recurrimos a retirarlos de los bancos mientras que otras veces es tan inservible que no hayamos que hacer, la necesidad por tenerlo viene y va.

El vigilante era un hombre que rondaba los 65 años, usaba unos lentes que eran icono de la moda del pasado, los ‘’culo de botella’’, hacían ver sus ojos como dos pequeñas canicas. Era extravagante, antes de abrir la puerta del banco hacia un movimiento ritualista en la superficie del tubo, llegando a parecer que tenía una especie de sensor o que él se comunicaba con la puerta. En varias ocasiones se posó encima del cajero, presionando y presionando y presionando más botones pareciendo así un experto en informática, eso o que él sabía el grado de desesperación de las personas y quería plasmar una imagen de progreso actuado, tan curioso cómo funcionan muchos organismos públicos. Dijo que ya le faltaban 15 minutos para que el sistema arrancara, esos 15 minutos se multiplicaron por su doble y a ese resultado se le sumaron otros 15 minutos. Las personas para ese entonces ya sacaban las cuentas para poder llegar a otros cajeros que pudieran estar abiertos.

Ya la cola no era una cola sino más bien un circulo, muy al estilo de alcohólicos anónimos, donde se discutía sobre las razones del banco de no decir de una vez por todas que el cajero estaba malo. Ya todos sabían la verdad pero aun así querían que se lo dijeran de frente. Unos comentaban sobre la explotación a la que se sometían los cajeros.

—Mínimo por persona se realizan dos operaciones. 8.000 Bsf no es suficiente dinero para esta ciudad

— Dijo un hombre de contextura gruesa, parecía un obrero además de que estaba manchado con pintura. No hay razón para no permitirle a un hombre que un 23 de Diciembre este así que no se queje.

—Señor esta es una medida de seguridad. Es un procedimiento rutinario por precaución, aquí se han visto cosas muy extrañas— Dijo el vigilante como si comentara vivencias de una guerra.

— ¡Pura paja, viejo! Vengo aquí todos los días, a la misma hora, y el cajero siempre lo llenan a las 2 de la tarde. Se han sinceros y digan que no sirve— El hombre que lucía sus harapos pintados hacia uso de un lenguaje duro pero que con ironía daba risa.

—Sea paciente, señor… Ya podrá disponer del cajero

Al cabo de unos 10 minutos apareció la gerente del banco. Utilizaba unos tacones que le hacían ver sus pies como si se posaran en un ángulo de 90º sobre el suelo. Su mirada decía lo infelices que las personas se veían ahí, no era una mirada compasiva sino una mirada apática. Abrió la puerta y las pulseras que cargaba en la muñeca dieron el anuncio que todos querían saber.

—El cajero no funciona.


El hombre de contextura gruesa hizo un ademán que parecía una mezcla entre un insulto y una despedida. Todos los integrantes de la cola se miraron y se rieron, ninguno lucia realmente consternado. Los insultos iban de la mano de una sonrisa y la gente se disponía a ir a un cajero que quedaba al otro lado de la planta del centro comercial para hacer otra cola para sacar dinero. ¨

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