"Por ahora"
05/02/2017
Felipe Toro
Los militares que se alzaron
el 4 de febrero de 1992 son hijos de la decadencia política que gobernaba al
país. El apoyo y popularidad que consiguieron en la población venezolana, son
hermanos de los insurrectos que quebrantaron la constitución.
Los militares que se alzaron
justificaron su acción en la corrupción e incapacidad que el gobierno de Carlos
Andrés Pérez estaba ejerciendo bajo su mandato, y la utilización de las Fuerzas
Armadas para reprimir a la población; además, la crítica al sistema político,
donde los viejos partidos se repartían el poder.
Este golpe catapultó una
nueva personalidad pública, una cara que los medios vendieron como héroe,
sabiendo que lo que había hecho estaba fuera de la ley; catapultó una frase que
sigue estando en nuestro hablar diario: “Por ahora”. Esta expresión caló en la
población venezolana como las palabras de un hombre que se responsabilizó por
sus actos, algo que la sociedad del país exigía a sus gobernantes y que ninguno
se atrevía a hacer.
Estas intentonas golpistas
sacaron a flote esa esperanza mesiánica que como población venezolana tenemos.
Vimos en estos insurrectos la esperanza de salir de la grave crisis política
del viejo sistema político que imperaba, y no nos dimos cuenta que esperar un
salvador solo puede traernos un destructor, que con retóricas populistas
convencen a un pueblo desesperado y lo llevan hacia el abismo.
Luego de seis años de las
intentonas golpistas, llega al poder el supuesto mesías que conseguiría
convertir a Venezuela en un país potencia, con un modelo democrático, y comparado,
como el mismo “salvador” decía, con Charles de Gaulle. Después de varios años
en el poder sucedió todo lo contrario, vimos la verdadera cara del “redentor”,
y lo que vimos no fue salvación, sino a un hombre con ansias de perpetuarse en
el poder y convertir su “por ahora” en un “para siempre”.
Han pasado 25 años de esta
fecha, y la cúpula que nos gobierna es hija de un golpe de Estado. El mesías
que nos salvaría no nos salvó, sino que nos engañó y nos está arrastrando a un
modelo que fracasó. No busca el bien común, sino afianzarse cada día más en el
poder. Se convirtió en algo peor que lo que en un comienzo intentó cambiar.
La sociedad venezolana sigue
esperando un nuevo mesías que la saque de este hoyo, pero no se ha dado cuenta
que el verdadero mesías es ella misma.
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