Adivina quién soy
Vanessa Cirkovic.
Adivina quién soy
Nací hace muchos años y tuve una
historia difícil y llena de batallas. Al principio fui secuestrada por una piel
ajena, mucho más antigua que la mía, que no solo se adueñó de mí, sino que me
sacó toda la sangre que pudo y arrancó cantidades de mis hermosos rizos
dorados. Una de las células de aquella piel fue quien me descubrió, me
investigó e incluso me acogió como una Piel de Gracia. Como observó lo mucho
que tenía para brindarles y alimentarles se devolvió con el objetivo de ingeniar
un plan maestro dentro de aquella piel poderosa y, sin dudarlo, apoderarse de
mí y mis células por más de 200 años. Desde siempre estuve llena de rizos de
oro y flores preciosas que cubrían mi melena. Con el pasar de los años mi alma
fue aprendiendo y madurando. Se dio cuenta de lo sometida que me encontraba
bajo las riendas de aquella piel ajena y mi interior comenzó a revelarse hasta
que por fin pude escapar. Derramé mucha sangre y me fracturé alguno que otro
hueso. Fue muy duro, pero como cualquiera, quería comenzar a ser independiente,
sin necesitar de nadie más. Y lo logré.
Después de un tiempo comenzó a aparecer
en mí una especie de ente a quien comencé a llamar ‘’consciencia’’, ya que
tenía entendido que ella me ayudaría a subsistir y a crecer cada vez más. Mi
consciencia tendría el control de pautar lo que sería correcto y lo que no. Así
como debía velar también porque esto se cumpliese. Algunas consciencias
tuvieron más vidas que otras, la mayoría de ellas solo vivían entre 4 o 6 años.
Sin embargo, había otras que duraban más, como una que lo hizo durante 30 años
u otras que renacían y volvían a su puesto durante distintos períodos. Unas
fueron más queridas que otras, e incluso hubo una que tuvo un gran impacto
debido a que descubrió un componente muy poderoso en mí. Una especie de elemento
negro que no todos los cuerpos poseían y que podía utilizarse para ganar
alimento que me fortaleciera aún más. El problema con eso fue que no siempre se
le dio una buena administración. En muchos casos, mi consciencia no supo
aprovechar ese tesoro.
Tuve muchos momentos oscuros,
pero también muchos años de logros y triunfos que me hicieron irradiar ante las
demás pieles. Tanto así que hubo una época en donde muchas células de pieles
extranjeras abandonaban la suya, ya decaída, para unirse a la mía fortalecida.
Lloré muchas veces, pero nada lograba opacar mi alegría. Me sentía segura de mí
misma y trabajaba duro para progresar y convertirme en un profesional. Sabía
que podía hacerlo, pero de un tiempo para acá esto comenzó a desintegrarse. Me
contagiaron una enfermedad muy poderosa y mortal.
Cuando me la diagnosticaron no
era tan peligrosa, incluso podía pasar muchas veces desapercibida. Se trataba
de un virus progresivo que tardaba en afectar, aunque efectivamente fuese
hacerlo en unos años. Recuerdo que ya habían pasado alrededor de 10 a 14 años
cuando comencé a notar algunos cambios duros. Muchos de mis rizos comenzaron a
caerse, mis huesos comenzaron a deteriorarse, comencé a adelgazar y muchos de
mis dientes se tornaron con un color amarillento. Muchas de mis células se
asustaron y decidieron marcharse. Cada vez que una de ellas me abandonaba se
llevaba consigo un litro de sangre de mi cuerpo. Muchas veces lloraba
desconsoladamente al ver como se alejaban de mí. Me costaba entenderlo porque
sabía que cada una de ellas me amaba y eran felices siendo parte de mí. De
tanta sangre que perdí comencé a debilitarme mucho. Los que decidieron quedarse
junto a mí comenzaron a pasar mucho trabajo e incluso dejó de alcanzarles la
comida a muchos de ellos.
Fue difícil, pero comprendí que
mi consciencia me había fallado. Descubrí que nunca me amó y dejó que me
enfermara. Me alimentaba con veneno y restos de basura para empeorar mi
situación tan delicada. Cuando vio que mi respiración comenzó a fallar, me
arrojó gases para intoxicarme aún más. Cuando vio que mi vista se nublaba, me
echó gotas ardientes que me siguieron quemaron. Cuando vio que mis oídos
dejaron de funcionar, me acercó sonidos ensordecedores que me hicieron llorar.
Cuando vio que mis piernas no daban más, me arrojó una piedra para tumbarme sin
más. Justo ahí fue cuando comencé a perder mi horizonte y perdí el sentido de
quién era en verdad. Pero eso no me detuvo y descifré que la respuesta no debía
encontrarla esta vez en mi consciencia, sino en todas aquellas células de mi
cuerpo que me seguían dando las fuerzas y trabajaban día a día para que lograra
seguir de pie. Me comencé a demostrar a mí misma que esta vez no sería mi
consciencia que me libraría de este mal.
Sígueme en mis redes:
@Vanecirkovic
Comentarios
Publicar un comentario