Beethoven y Dudamel: del desorden a la calma




Andrea Torres
25/02/17

El día de ayer, 24 de febrero de 2017, fue el último concierto del Sistema Nacional de Orquestas presentando el repertorio de Beethoven bajo la batuta de Dudamel, en su calendario por los 42 años de aniversario.

Desde que comenzó la semana, los venezolanos tuvieron la oportunidad de asistir a las diferentes sinfónicas expuestas de lunes a viernes, siendo una entrada libre hacia cualquier tipo de público, además de ser un evento gratuito. Ayer la pieza que impactó a su público fue la 9na sinfonía de Beethoven. En otras palabras, su sinfónica más escuchada.

Para nadie es un secreto que ayer iba a estar más caótico de lo que fue el resto de los días. Cuando te acercabas al recinto del concierto, en la acera frente a él, se podía observar que la cola se hacía cada vez más grande a medida que se acercaban las cuatro de la tarde. La gente se comenzó a aglomerar a las 9 de la mañana. Ya para las 12 del medio día, la cola llegaba hasta una de las salidas de metro de la estación Colegio de Ingenieros. La gente que salía del metro con la intención de poder entrar al concierto, se encontraba con ese increíble recibimiento.

A golpe de una y media de la tarde, un señor del Sistema, mando a parar a la gente para hacer una cola derecha pero estando parados. Esa cola era todo menos derecha. En la esquina, donde se encontraba el rayado, estaban las personas que habían llegado de primero, o eso creía la gente que se encontraba más atrás. De repente podías observar como delante de ti, justo frente a tus narices, llegaban 7 personas más, ya que se les estaba “guardando el puesto”. 

Veías a las personas armándole un rollo a las que estaban enfrente, sin saber que al principió de la cola, era un bollo de gente coleándose sin un poco de pena. A las dos de la tarde, comenzaron a pasar de 10 en 10. Mucha gente del final se acercaba a preguntar si algún día avanzarían y se encontraban con la sorpresa de que había personas que estaban delante de ellos, justo en la entrada de metro, que ahora eran uno de los 10 próximos en pasar.

A las tres de la tarde, el señor que estaba pasando a la gente, gritó a todo gañote que los puestos se habían acabado. Comenzaron las peleas y las protestas, unos sostenían que leyeron en el periódico que el recinto contaba con mil doscientos puestos para recibir la gente y ahora dejando pasar a menos de doscientas personas de la cola, el lugar estaba completamente lleno.

Mucha gente se alteró. A medida que avanzaba el tiempo sin siquiera una explicación, había gente que se retiraba y otros que no se iban a mover si no era para entrar.


Se filtró la información de que había puestos reservados y se confirmó cuando se vio a embajadores llegar en sus autos ejecutivos, y a personajes del mundo de la televisión.

En ese momento la furia aumentó. La gente le parecía increíble como hacían un llamado al pueblo para ir a algo que obviamente traería multitud, si según el señor de seguridad, había alrededor de cuatrocientos puestos reservados, dejando según el mismo señor, 480 puestos disponibles para el público, debido a que el recinto solo tenía 880 puestos que ocupar. 

A las cuatro de la tarde la gente parecía desesperada, había señores de tercera edad esperando sentados en las aceras, jóvenes parados, y papás con sus hijos viendo a ver que podían darles de comer. A las cuatro y media, informaron que solo a los primeros cincuenta y ocho de la cola, se les permitiría entrar, y que los demás debían retirarse. Se escucharon los abucheos y las medias sonrisas de los primeros de la fila. Comenzaron a pasar de 5 en 5, y hasta 58 dejaron pasar.

En la entrada, a los últimos, les repartían unas entradas con los puestos que quedaban disponibles. Al llegar dentro del salón, las peleas se acabaron y la paz llegó a la gente, lo habían logrado. Iban a escuchar a la Orquesta Simón Bolívar, bajo la batuta de Dudamel, tocando y dirigiendo, respectivamente, la pieza más famosa de Beethoven.

El concierto fue sin duda fenomenal. Bajo las palabras de las personas que habían asistido a otros días de la semana, insistieron que este había sobrepasado lo maravilloso, y todas las personas que lograron entrar, se pararon a aplaudir sin ninguna restricción, por aproximadamente diez minutos. 

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