Fantasmas del pasado
02/03/2017
Felipe
Toro
Todos aquellos que murieron
por nuestra independencia, todos aquellos que murieron el 27 de febrero de
1989, todos aquellos que murieron en febrero de 2014; recorren como almas en
pena cada calle, cada barrio, cada casa en miseria, cada basurero que alimenta
a nuestra población. Susurran y revolotean en cada cola, en cada comercio vacío,
cada hospital sin insumos y en las morgues repletas de madres llorando a sus
hijos.
La masa no los escucha, no
se acuerdan que muchos han muerto por ellos y por el país. Están silentes, abstraídos,
meditabundos, dejándose pisotear; sin rumbo. Desconfiando de un bando y del otro.
Con sus esperanzas en un mesías que venga a salvarnos.
Cada venezolano tiene el
mismo deseo que el otro: la necesidad de dejar de vivir en miseria y surgir. Ya
la población dejó de estar polarizada, ya esa división marcada entre
oficialista y opositor se esfumó. Ya hay un solo pensamiento con un objetivo
claro en cada uno, pero no logra ser capitalizado.
Los pueblos no son suicidas,
si no ve una salida, no se va a mover. Ninguna persona pretende unirse a esos
fantasmas que nadie escucha, ni a sumarse en las estadísticas que cada semana
invaden de miedo nuestra mente.
Pero si cada venezolano
huye, luego en su lecho de muerte, viendo a sus hijos en la miseria y su país destruido,
deseará volver a donde nos encontramos hoy y tener la oportunidad de recuperar
la libertad.
Las ideologías, los gobernantes,
y aquellos que con su riqueza logran una gran autoridad, son los dueños del
poder; pero lo ostentan porque el poder reside donde las personas creen que
reside. Es decir, que el poder está en cada persona que lo otorga, y no de
quien lo ejerce, porque así como se le otorgó, se le puede negar.
A pesar de que tenemos este
poder, nos aplastan, nos humillan; y añoramos en nuestra desesperanza que los
fantasmas del pasado repitan un Caracazo o un 23 de enero, queriendo repetir la
historia y los errores del pasado.
En una oportunidad, Karl
Marx dijo, que la historia siempre se repite dos veces, la primera como tragedia
y la segunda como farsa. Es por eso que es necesario un cambio de retórica y de
añoranza a lo marchito. Es necesaria una visión de futuro donde el pasado solo
nos sirva de ejemplo de lo que no debemos hacer.
Los fantasmas que recorren
nuestra ciudad y nuestro país nos enseñan que todos los hombres mueren, pero
que no todos saben vivir. Para vivir realmente, hay que hacerlo en libertad y
ellos no descansarán en paz hasta que lo alcancemos.
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