La Tumba


11/04/2017

Felipe Toro

Plaza Venezuela es un lugar caótico, un lugar donde hombres y mujeres caminan de forma apresurada para llegar a sus destinos, un lugar donde autobuses, kioscos, mototaxis y entradas del metro congestionan las calles. Todos los caraqueños transitamos por el punto medio de la ciudad capital inmersos en nuestros pensamientos, y sin darnos cuenta, caminamos por encima de La Tumba.

Los calabozos del SEBIN, ubicado en Plaza Venezuela, llevan por nombre La Tumba, este sustantivo no fue dado por los prisioneros ni por los familiares, sino por los mismos carceleros. La Tumba se encuentra en el sótano 4 del SEBIN, un infierno bajo tierra.

El calificativo está bien fundamentado: en este lugar el día y la noche no existen, el Sol de los prisioneros es una luz blanca prendida las 24 horas; el aire no circula, el frío es el acompañante de celda, la cama es de cemento, la estadía trascurre en solo 3x2 metros cuadrados.

Testimonios de Gerardo Carrero, padre de Gerardo Carrero, preso político, recrean las torturas que no dejan marcas en el cuerpo, son limpias, no dejan huellas que mostrar; todo rastro de ellas se encuentra en los sótanos de las mentes de todo el que la vivió. Un día a Gerardo le lanzan un papel roto, al armarlo lee “Leopoldo te abandonó”, los golpean psicológicamente con frases como “¿no se han suicidado aún?”, les prometen Sol a cambio de decir un nombre para inculparlo. En estas circunstancias se encuentran varios de los presos políticos, mientras que miles de venezolanos transitan por encima de sus cabezas.

Durante las manifestaciones, el Estado, utiliza el miedo, nos domina con él, nos hace creer que la fuerza y el control lo tienen ellos. Con cada estudiante y ciudadanos que es privado de la libertad, es un mensaje para que no salgamos, para que nos paralicemos y no hagamos nada, para que tengamos miedo de caer en La Tumba.

Pero cada venezolano que hace vida en el país, vive también en La Tumba, encerrados en sus casas para no ser víctimas de la inseguridad. Muchos duermen en el piso, así como los prisioneros duermen en sus camas de cemento; muchos tienen que comer cuando el CLAP decida o lleguen los productos al mercado, así como los prisioneros esperan a que el guardia les dé de comer, los medios de comunicación nos desmoralizan, así como los mensajes de “Leopoldo te abandonó” o “¿todavía no te suicidas?”.

Pero el miedo se acaba cuando no se tiene nada que perder, se acaba cuando entendamos que el empoderamiento de la masa logra grandes cambios, se acaba cuando entendemos que ya vivimos en La Tumba. Y aquellos que aún no lo entienden, piensen que cada vez que sus hijos salen, están expuestos a no regresar.

Es momento de decidir si nos domina el miedo a salir a manifestar o a seguir viviendo con miedo cada día. Es momento de priorizar si nuestra “comodidad” es más importante que ser libres. No esperemos que otro reclame el derecho que es de cada uno. No dejemos que el sepulturero nos meta en la tumba.

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