Juan vuela alto
Felipe Toro
Las pugnas ideológicas, las
batallas por alcanzar la libertad, las luchas para alcanzar nuestros derechos;
siempre han tenido bajas, pérdidas humanas, sacrificados. Históricamente lo
sabemos, sabemos que la gente muere y que para alcanzar nuestros objetivos como
sociedad hay que pasar por eso.
Desde hace varios años hemos
dicho o pensado “que se prenda el peo” pero lo decimos porque creemos que
estamos protegidos ante ese “peo”. Cuando ya estamos en el y alguien cercano a
ti se va, esa burbuja que tenías, esa inmunidad que creías tener ante la situación,
también se va. Eso me pasó a mí, el pasado miércoles, perdí a alguien cercano,
alguien que estudió en mi colegio, alguien con el que en algún momento jugué básquet
o fútbol, alguien que fue mi directiva en el Modelo de Naciones Unidas, alguien
que amaba a su país; Juan Pablo Pernalete Llovera.
El día en que murió Juan, me
encontraba en la manifestación, fui con varios compañeros de la universidad. La
marcha se movilizó por la autopista, como casi todas lo han hecho, y como
siempre, a la altura del Banesco, ya estaba el piquete de la GNB. A penas
llegué, la represión comenzó: las tanquetas disparaban sin contemplación, las
ballenas hacían lo mismo; el humo de los gases era impresionante. Devolviéndome
de forma apresurada por este escenario, me encontré con el grupo de amigos que
acompañaban siempre a Juan, los saludé rápido, pero a él no lo vi, quizás
estaba ahí y hubiese podido verlo antes de que todo lo que ocurrió pasara.
Luego de huir como si fuésemos
ratas y criminales, asustados por la represión, mi familia y yo nos resguardamos
en un centro comercial. Ahí me conseguí con un amigo de la universidad Simón
Bolívar con quien decidimos irnos rápido antes de que las calles estuviesen
solas. De camino le comenté a mi compañero, que Juan siempre hacía videos de las
manifestaciones, y que era un valiente por acercarse tanto a grabar. Nunca
había comentado eso con nadie, nunca me había conseguido con los amigos de Juan
cerca de los piquetes, nunca había estado tan cercano a él en un momento así. O
quizás si. Pero nunca pensé que haber visto a los amigos de Juan, o comentar lo
que él hacía en las redes sociales, pasarían a ser señales de lo que minutos o
quizás segundos después sería la peor noticia para la familia Pernalete, para
sus amigos y para mí. Nunca pensé que la realidad pudiera acercarse tanto.
Enterarnos de su asesinato nos
destruyó a todos, jamás pude imaginar que una persona como él podía terminar de
esa manera. Una persona como él debió terminar sus días en su casa, rodeado de
los seres que más lo amaban, exitoso, cumpliendo todos sus sueños. No de esta
manera, no empezando la vida, no viviendo la vida que se merecía.
Leer el tweet de Ramón Muchacho
informando su muerte fue una negación total, quería convencerme de que era otra persona, una persona con su mismo nombre, con su misma edad, con el mismo
lugar de estudios. No quería que ese Juan, fuese el Juan que conocía. Pero ver
las redes sociales con sus fotos, con las lamentaciones por su asesinato,
rompieron toda esperanza de que seguía vivo. Nos quebraron emocional y
moralmente.
Ver en su funeral una mesa
llena de sus medallas y trofeos, es desconsolador. Ver en esa mesa una vida
corta, pero exitosa. Pensar en todos los logros que pudo haber tenido y nunca
tendrá. Ver a un padre cantando la canción de dormir de su hijo es desgarrador.
Escuchar el último adiós en llantos antes de enterrar a Juan, rompe hasta lo más
profundo.
Con su muerte, mataron a
cada uno de nosotros. Mataron a sus padres, mataron a su familia, mataron a sus
amigos. Pero también mataron nuestro miedo, mataron nuestras ganas de no hacer
nada, mataron la indiferencia que muchos tenían ante lo que pasa, mataron esa
burbuja en la que vivimos muchos cuando escuchamos que alguien muere y solo lo
leemos como una cifra más, como una estadística que sube.
Juan murió haciendo lo que
este gobierno no quiere que tengamos: libertad. Él murió siendo libre, murió
con sus ideas claras, murió haciendo lo que quería hacer, que era protestar;
murió sin doblegarse, sin arrodillarse, sin bajar la cabeza. Se convirtió en mártir
de esta lucha, de este país y de la historia. Se unió a los grandes nombres de
los jóvenes que han caído por esta causa y que jamás debemos olvidar.
Honremos su muerte alcanzando
la Venezuela en la que queremos vivir, honremos el himno nacional la cual dice
que el glorioso bravo pueblo vence al yugo, respetando la ley, la virtud y el
honor. Honremos a su familia, a sus padres, a sus seres queridos.
Juan Pernalete, descansa en
paz, esta lucha está en buenas manos y triunfaremos.
“Todos
los hombres mueren, pero no todos realmente viven”
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