¿Habrá un después luego de la ANC?
Felipe Toro
Actualmente tenemos más de
100 días de protestas y más de 90 asesinados; ¿quién lo diría? Luego de todos
los golpes, luego de desilusionarnos tanto, luego de haber pasado por las
peores represiones, luego de haber pensado que no tendríamos más oportunidades,
aún seguimos en la calle.
La desesperanza es el más
dañino de los sentimientos que pueda tener una persona, te inhibe, te paraliza
ante cualquier circunstancia; no tomas acción, no piensas en soluciones, das
cualquier causa por perdida. Durante estos 18 años la desesperanza ha invadido
nuestras vidas en varias ocasiones, hemos vivido golpe tras golpe, que poco a
poco ha mellado nuestro espíritu y voluntad.
Varios han sido los hechos
que nos han derrumbado: en el 2012 las expectativas de ganar las elecciones
presidenciales eran altas, todos en algún momento confiamos que ese sería el
momento de ganar, y si no lo lográbamos, tendríamos seis o más años donde se
impondría lo que tanto miedo teníamos, un régimen totalitario. Las elecciones
se perdieron y el 48% de la población entró en la desesperanza.
Luego del fallecimiento del
presidente Chávez, tenemos nuevamente elecciones, y el desaliento se esfumó,
vimos luz para alcanzar la libertad; asumimos que era una oportunidad que nos
regalaban, un último intento más. Perdimos, otro golpe sobre nosotros.
Un año después de esa
derrota, en el 2014, nos sumimos en una ola de protestas, y vimos el verdadero
rostro del régimen. Las calles se llenaron de sangre, dirigentes importantes
fueron detenidos, y poco a poco, se enfriaron las protestas. A partir de ahí,
muchos pensamos que jamás podríamos alcanzar lo mejor para la nación.
En el 2016 las calles
empezaron a despertar, teníamos en puerta la oportunidad de conseguir el
referéndum revocatorio. El gobierno se encargó de darle trabas al proceso y hubo
varios meses de protestas. Las instituciones se encargaron de secuestrarnos la
oportunidad, y en el momento donde se iba a recrudecer la protesta y cualquiera
estaba dispuesto a salir, nos lanzaron a un hueco más hondo; la oposición y el
oficialismo se sentaron en un falso diálogo que terminó de apagar nuestras
voces. El país entró en un estado de inacción y letargo, en el que muchos temíamos
que jamás saldríamos.
Todos estos golpes no han
sido en vano. Cada golpe dejó una huella en nosotros: desconfiamos de nuestro
vecino, el tejido social está roto; desconfiamos de nuestra dirigencia, vemos
enemigos donde no están. Y dentro de todo esto, se asoma un acontecimiento que
desde antes que pase, ya nos hace decir que si se da, no tendremos más
oportunidad.
Desde que se puso fecha, y
se organizó el proceso para realizar la Asamblea Nacional Constituyente, todos,
incluyéndome, nos hemos puesto un límite para conseguir los resultados que
hemos estado persiguiendo en todos estos meses de protesta. Todos en algún
momento hemos dicho, que si se llega a dar, perdimos toda oportunidad de salir
de este régimen y que lo que sigue, es la crudeza más grande de la dictadura.
Pero no nos hemos dado
cuenta de algo: en política no existen momentos culminantes, no hay
manifestaciones finales, ni hechos definitorios. No hay últimas oportunidades.
Veo con preocupación como un grueso de la población ha limitado su tiempo a
manifestar. Pero no podemos inhibirnos nosotros mismos, no podemos decir que
hasta el 30 de julio tenemos oportunidad de lograr un cambio. Si el proceso de
la ANC se logra y no pasa nada, es responsabilidad tuya, mía y de todos
nosotros. La desesperanza no puede volver después de tener más de 100 días de
protesta y más de 90 asesinados.
La historia siempre ha sido sencilla
de leer, pero jamás nos imaginamos como sería hacerla, ni mucho menos estar
dentro de ella. Nadie dijo que sería fácil, pero sepamos algo, la libertad no
se construye huyendo, sino luchando.
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