Nicolae
Felipe Toro
No son tiempos buenos para
el país. Los ciudadanos de la nación padecen hambre, escarban en la basura con
la esperanza de alimentarse. Los mercados se han convertido en lugares oscuros
que solo almacenan la soledad. Los maniquíes de las tiendas están desnudos, los
niños descalzos deambulan por las calles, mujeres con su vestimenta rota y
sucia suplican por comida.
El endeudamiento y la crisis
del país son históricas. La moneda nacional pierde cada vez más su valor. El
futuro de la población está seriamente comprometido. La constitución ha sido
varias veces enmendada, pero nunca ha solucionado los problemas de la población,
solo han traído cada día más miseria y más beneficios para el partido de gobierno.
Largas colas para encontrar
comida rodean las calles. Las paredes de la ciudad están adornadas con imágenes
del líder de la revolución. Los racionamientos de agua y luz ya se han vuelto
parte cotidiana de la gente. Las televisoras, radios, y periódicos son
censurados; transmiten, exclusivamente, espectáculos donde se muestran
manifestaciones de aprobación al sistema.
La dictadura se afianza bajo
el terror. La policía del gobierno tortura, detiene, allana, y asesina a la población.
Los importantes líderes de las protestas están presos y son víctimas de tratos
crueles, y los que no, son perseguidos. El derecho a la protesta poco a poco va
perdiendo fuerza.
Pero hace poco, unas
revueltas han encendido las calles en el país. La policía ha disparado y
asesinado a muchos de los que ahí estaban. Pero las protestas no murieron ahí.
Con la finalidad de calmar
los ánimos, el tirano se dispone a dar un discurso en la sede del partido. Los
miembros del gabinete dispusieron autobuses y camiones para trasladar a la
mayor cantidad de empleados públicos. El dictador empieza a hablar. La masa de
gente que ahí se congregaba empezó a quemar los afiches que les habían entregado,
las consignas de desaprobación eran imposibles de no escuchar. La toma de la televisión
solo enfocaba la cara atónita del presidente, no pudo ocultar su miedo. La situación
se vuelve incontrolable. Sacan de la sede del partido al líder de la revolución
y su esposa. La rebelión continúa. A los pocos días, el presidente y su esposa
son detenidos, enjuiciados y sentenciados a muerte.
Esto ocurrió en el invierno
rumano en 1989. Nicolae Ceaucescu fue su dictador, y como todo dictador, cayó.
Las condiciones en las que
está Venezuela actualmente, como habrán podido leer, son las mismas en la que
estuvo Rumania y los países comunistas europeos antes de su caída. Pero la
derrota de un régimen no es de una día para otro, ni ocurre sola.
La patria se encuentra en
momentos duros y la población está desesperada. Pero así como en Rumania, la
salida no fue por un milagro o por protestas definitivas. Fueron procesos
largos y luchas constantes. Pero en esos momentos de terror, de persecución y de
muerte que vivió la población rumana; se encontraron como nosotros en estos
momentos, desesperanzados y con miedo, con mucho miedo. Pero su convicción y unión
logró que alcanzaran la democracia. No perdamos la fe en nosotros mismos.
Nicolae cayó, Nicolás caerá.
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