Sentimiento desconocido
Vanessa Cirkovic
Son las 12:33 am del 31 de Julio del
2017. En estos momentos tanto yo como más de 7 millones de venezolanos, porque
sé que son muchísimos más, estamos experimentando un sentimiento desconocido.
Tan desconocido que ni sé si pueda explicarlo. Es como un vacío desconcertante.
Como si estuvieras en un cuarto muy oscuro en donde no puedes ver nada, pero
tienes que seguir caminando. Siento un silencio en el alma aterrador, una
tristeza profunda. Por primera vez no pude ni hacer un chiste respecto a los
anuncios de la –ni sé cómo llamarla- ¿corrupta? ¿Inhumana? ¿Cómplice? Tibisay
Lucena. ¡Ya no hay espacio para chistes! Llegó el momento de despertar y
enfrentarse con una realidad cruel. Después de un día en donde la Guardia
Nacional asesinó a 15 personas indefensas, y de 4 meses en donde asesinaron a
más de 100, ¿Cómo puedes sentirte? No me siento derrotada, porque no podemos
ser derrotados con falsedades. Todo el mundo, incluyéndolos, sabe quién es el
ganador de esta batalla. Empezando por el mismísimo Dios.
Por primera vez tuve que sentarme a
hablar con mi papá sobre a dónde ir. ¿Saben cuál fue su respuesta? El silencio.
Ese silencio que te destroza haciéndote ver que llegó el momento de reanudar
todo. Empezar desde cero. En su silencio y su mirada pude ver cómo me gritaba
que no podía costear una vida afuera, o por lo menos no una vida en donde
estuviese incluido el portarretrato completo de la familia. Por primera vez
sentí su preocupación -siempre ocultada para no desesperanzarme- y pude ver
millones de venezolanos reflejados en él. Pasando por la misma situación
desoladora. Vi padres despidiendo a sus hijos, hermanos alejándose, parejas que
se aman separadas, amigos despidiéndose. Comencé a ver cada rostro querido en
su mirada. Y no voy a mentir. Me sentí quebrada.
Una vez más no pude terminar la
conversación. Era la primera vez que lo hablaba con él, pero antes lo había
hecho con mi novio y mis amigos. Y nunca puedo, porque realmente no quiero
irme. El amor que siento por Venezuela va más allá de querer observar una
montaña todos los días al despertar o de comer una deliciosa arepa. Esas cosas
puedo hacerlas en muchas partes del mundo. Pero, ¿Qué pasa con mi hogar? Mi
cuarto remodelado mil veces por el cambio de edad, las mil cajas guardadas con
mil cosas valiosas, la noción de pasar por un sitio y llenar mi mente de
recuerdos hermosos, el sentimiento de entrar a mi colegio y sentir cómo he
crecido, la alegría de llegar a mi universidad y ver a mis amigos, la emoción
de ver llegar a mi novio con una sonrisa en el rostro, la planificación con mis
amigos para salir el fin de semana, la llegada de las gaitas en Diciembre, las
idas a Pelua, el sueño de que mis hijos crezcan en Venezuela, el abrazo de mis
papás cuando llegan a casa…Tal vez una partida de dominó pueda distraerme
afuera, o el encontrar harina pan y llenar mi estómago con una arepa. También
podré ir a mil playas, ver la vinotinto por la televisión o un clásico del
Caracas-Magallanes… Pero, ¿Quién llenará el espacio vacío? ¿Quién sustituirá el
espacio de mi familia? ¿Quién me hará olvidar a mis amigos? ¿Quién me devolverá
la alegría y la ilusión de ver a mi novio y poder abrazarlo?
Si me preguntan qué quiero hacer,
claramente la respuesta será la misma que en los últimos 19 años de mi vida:
Vivir en Venezuela. Sin embargo, por primera vez siento que me sacan a patadas
de mi propia casa, siento que me obligan a separarme de la persona a quien más
he querido, siento que de un momento a otro me arrebatan mi universidad y mi
esfuerzo incluido, siento como me separan de las personas a quienes vi crecer a
mi lado. Y sí, lograron hacerme sentir todos esos sentimientos vestidos de
desilusión y tristeza, porque yo sí soy humano a diferencia de ellos, pero
nunca me harán sentir derrotada. Podrán quebrarme y hacerme llorar cada noche
tras un día lleno de represión, caídos, heridos. Incluso llenarme de miedo y
pesadillas, pero jamás será tan fuerte como para hacerme abandonar mis ideales,
mis sueños y mi convicción de querer lograr el país que tantos anhelamos.
Los veo celebrar sobre más de 115 ataúdes y familias destruidas, pero más
atrás logro observar el final de todo esto, que apenas comienza, y que todos
sabemos que llegará.
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